«Las bodas de Fígaro» en Baluarte

Cuando hay un equipo homogéneo
Martes, 23 de Noviembre de 2010. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. “Las bodas de Fígaro”: Drama jocoso en cuatro actos con libreto de Lorenzo da Ponte y música de Wolfgang Amadeus Mozart, estrenado el 1 de mayo de 1786 en el Burgtheater de Viena. María Bayo (Condesa de Almaviva), David Menéndez (Conde de Almaviva), Iñaki Fresán (Fígaro), Sabina Puértolas (Susana), Sophie Marillei (Cherubino), Francisca Beaumont (Marcelina), Alfonso Echeverría (Doctor Bartolo), Jon Plazaola (Don Basilio), Iker Bengoetxea (Don Curzio), Amaia Azcona (Barbarina), Pablo Azpeitia (Antonio), Nerea Berraondo y Marta Sola (Dos campesinas), Amaia Romero (Una niña). Miembros del Orfeón Pamplonés. Igor Ijurra, director del coro. Orquesta Sinfónica de Navarra. Ernest Martínez-Izquierdo, director musical. Emilio Saji, director de escena. Producción realizada por el Teatro Real de Madrid, en colaboración con el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria y la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera.

Tardaban ya demasiado tiempo en aparecer las óperas de Mozart en los carteles de Baluarte. Después de unos primeros años de bastante actividad mozartiana, (teniendo en cuenta que la temporada operística pamplonesa es modesta), la última producción que se había visto de una obra del salzburgués fue en el año 2006. En aquella ocasión, se había presentado esta misma ópera en una modesta producción procedente de Varsovia, que pasó sin pena ni gloria. Antes de empezar el espectáculo, el aficionado receloso podía haber pensado que, después de todo, la reiteración no estaba muy justificada. “Don Giovanni” y “La flauta mágica” llevan, que yo sepa, muchos años sin representarse en la capital navarra, y repetir “Las bodas de Fígaro” suponía el desafío de intentar mejorar la producción anterior.

No obstante, el reparto era muy interesante, por cuanto que se ha optado para esta producción por apostar por voces navarras. Los personajes de la Condesa, Fígaro y Susana se han encomendado a tres grandes figuras navarras, amén de todo el elenco habitual de “secundarios”. Los tiempos mandan, y se quería mostrar que con elencos locales, se puede hacer una buena producción de “Las bodas de Fígaro”…, y se ha conseguido con creces.

La escenografía que Emilio Saji preparó para el Teatro Real es bien conocida por los aficionados españoles a la ópera. Esencialmente, Saji intenta contarnos la historia bien conocida, con las ambientaciones familiares, y sin ninguna intención de actualizar ni universalizar la obra, (este Fígaro es típicamente español). Así, el cuento que nos han contado desde siempre no cambia. O casi, porque Saji no es tan inocente (o políticamente correcto) como la mayoría de los analistas de la obra. ¿Alguien se cree de verdad que la Condesa sea tan santa como suele decirse? ¿Verdaderamente Cherubino le resulta tan indiferente? ¿No podría llegar a ser la Mariscala de “El caballero de la rosa” un reflejo de esta Condesa mozartiana? Basten algunas pistas al respecto: cuando en el segundo acto la Condesa está acicalando a Cherubino, la relación entre ellos no parece ser tan platónica como suele entenderse.
Por lo demás, la escenografía es muy realista. Baste como ejemplo la ambientación ideada para el cuarto acto. El escenario está completamente cubierto por hiedras. A los lados, dos bancos representan los dos pabellones previstos en el libreto, en los que se irán ocultando los personajes conforme la acción lo exija. En el centro, los arcos de medio punto dividen el escenario. Al fondo, hay representada una fuente que funciona durante todo el acto, con la excepción de las arias de Susana y Barbarina. Por momentos el olor del teatro entero sugiere que nos encontramos en un jardín, e incluso se puede escuchar el canto de los grillos. ¿Se puede representar mejor y de manera más idílica el lugar de la acción?

Antes de ir con la música, otro detalle importante: se sigue percibiendo un muy buen trabajo teatral en los recitativos, que todos los cantantes interpretaron el martes impecablemente. Es verdad que en las funciones del Teatro Real del año pasado la teatralidad se veía todavía más realzada, pero en líneas generales el trabajo para estas dos funciones también es bueno.
Musicalmente, el ensayo general mostró que, en general, todo el interés que las dos funciones habían desatado estaba más que justificado. Vamos a ello.

La música
Hay óperas en las que un solo cantante es el que mueve los hilos de la trama, y por tanto si ese cantante falla, se cae toda la representación. No es el caso de “Las bodas de Fígaro”. Aquí todos cantan y mucho, desde los personajes más importantes hasta los de papel más modesto. Por lo tanto, parece muy difícil que un cantante pueda verdaderamente destacar sobre los demás, y lo más deseable es tener un equipo homogéneo. Aquí lo hubo, pero un cantante se impuso a pesar de todo: el Fígaro de Iñaki Fresán.
Algunos aficionados decían al terminar los dos primeros actos que Iñaki Fresán no tenía los medios necesarios para cantar Fígaro. “La voz le tiembla”, decían, “no responde a las exigencias vocales”. Francamente, no entiendo por qué. Ni la voz temblaba realmente, ni la afinación estaba insegura. De hecho, yo creo que Fresán hizo un retrato admirable del criado Fígaro, sobre todo dando en los recitativos a cada frase la importancia justa, las inflexiones necesarias. Hizo un trabajo extraordinario, a veces incluso acrobático, (tuvo que despachar el “Non piú andrai” mientras saltaba de silla en silla), y creo que en conjunto fue la mejor actuación del día y el cantante que mejor entendió su papel. Además, como luego veremos, fue el único de los personajes principales que logró que Martínez-Izquierdo respetara sus tiempos en todas sus intervenciones.
Lo mejor que ha de decirse de la Susana de Sabina Puértolas es que no desmereció frente a tan alto nivel. Es verdad que empezó el primer acto quizá un poco tímida, pero bastó la aparición de Marillei en escena para que la soprano navarra se metiera en situación. Todas sus intervenciones mostraron la picardía necesaria, y la actuación en conjunto fue muy meritoria.
Frente al magnífico nivel vocal de la pareja de criados, el conde y la Condesa, no estando mal, sí estuvieron un escalón por debajo. En teoría, María Bayo no tenía hasta hace unos años la voz para cantar el papel de la Condesa. Bayo se dio a conocer en su día con personajes händelianos y en general de vocalidad más ligera, y éste de la Condesa parece requerir un material vocal más consistente. Su intervención fue dignísima, y estuvo encantadora en todos los recitativos y escenas de conjunto. Sin embargo, en ninguna de las dos arias cantó a su mejor nivel. En el “Porgi amor” eso es comprensible, porque es la primera intervención del personaje y no hay tiempo para tener la voz suficientemente preparada. Lo que sí es una pena es que el “Dove sono”, que había cantado hasta entonces con brillantez, no fuese rematada por un agudo que hiciese justicia al resto de la interpretación.
Sin tanta irregularidad, David Menéndez hizo una buena recreación del papel del Conde de Almaviva, siempre desde una concepción clásica del personaje, indudablemente autoritario y señorial. Nada de medias tintas, y siempre cantado con seriedad y nobleza. Nada que objetar, sólo que aun cantado con esa brillantez, el personaje del Conde siempre suele verse superado por Fígaro, y esta vez no fue la excepción.
Hace no demasiados años, una cantante como Sophie Marillei no habría cantado el papel de Cherubino. En el tiempo en el que cantantes como Teresa Berganza o Fiorenza Cosoto interpretaban asiduamente el papel, la voz de Marillei habría resultado más bien escasa. Ahora, no disponemos de ese tipo de voces, (o las que hay prefieren centrarse en otros repertorios), y cantantes como ella dan la talla correctamente. Marillei dio una buena réplica a Puértolas, Fresán y Bayo, y en conjunto logró una actuación también destacable.
El resto de secundarios hizo en general una labor meritoria, en el sentido de que todos ellos cumplieron muy bien con sus papeles. Francisca Beaumont se hizo suficientemente odiosa como Marcelina, y dio bien el tipo de vieja gruñona. Lo mismo puede decirse del doctor Bartolo de Alfonso Echeverría, aunque éste se vio perjudicado por la labor directorial, como ahora veremos. Jon Plazaola hizo una buena labor como Don Basilio e Iker Bengoetxea fue un cómico Curzio, casi tartamudo. Mención especial aún para Amaia Azcona, que hizo una sobresaliente actuación como Barbarina, aportando al personaje todo su aire picarón y revoltoso.
El Orfeón Pamplonés hizo una buena actuación, como suele ser habitual, aunque aquí tengo una pregunta: ¿qué pasó en la repetición del primer acto para que no saliese tan lograda como la primera intervención? La orquesta respondió bien a las indicaciones del director, y no hubo errores orquestales importantes.
¿Y qué hay del director? Pues bien, Ernest Martínez-izquierdo tuvo una labor irregular. Tras una obertura de calentamiento, (suele ser normal en las funciones de esta ópera), el primer acto me desconcertó. ¿Por qué quiso correr tanto en el aria del Doctor Bartolo, en “La vendeta”? ¿No le habría ido mejor al pedante carácter del doctor una solemnidad algo mayor? Esos tiempos en general rápidos dieron lugar a desajustes con los cantantes. En el segundo acto, Martínez-Izquierdo tomó tiempos más razonables, y nos permitió disfrutar de un concertante final sin atropellos y con planos bien definidos. Aunque en los dos actos finales también hubo a veces momentos “curiosos”, (el también bastante acelerado dúo entre Susana y la Condesa del tercer acto), los dos últimos actos fueron en conjunto mejores que los dos primeros y hubo incluso momentos de gran maestro, (los dos finales de acto, por ejemplo). Con todo, la tensión dramática de los recitativos fue en todo momento la necesaria, y a pesar de las “sorpresas” puntuales de la dirección de Martínez-Izquierdo disfrutamos de una gran función.
Por tanto, se puede decir que estas funciones de “Las bodas de Fígaro” han respondido a las expectativas, y que por tanto la vuelta de “Las bodas de Fígaro” a Baluarte ha sido exitosa. En el segundo semestre, parece ser que va a subir a escena “Rigoletto” de Verdi…, por cierto, otra ópera que llevaba mucho tiempo sin escucharse en Pamplona.

Esta entrada fue publicada en MUSICA CLASICA. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario