Tosca desde Valencia en el Gayarre

Tosca en su máxima expresión

No corren buenos tiempos para la ópera. En general, los períodos de crisis económicas no suelen ser propicios para las artes y la cultura, (ya se sabe que los políticos suelen tener otras prioridades). En Italia, la Scala y los demás teatros están bajo continuas amenazas de huelga por los recortes presupuestarios del Gobierno de Berlusconi. En el resto de países europeos, aunque la situación no es tan desesperada, también se deja notar la crisis. Los teatros americanos, que por tradición se financian con inversión privada, están pasando más problemas aún.
Ante esto, se impone la necesidad de buscar nuevas vías para atraer al público. En muchos casos, se han decidido los grandes teatros por retransmitir sus funciones en salas de cine de distintos países, de manera que se están empezando a crear temporadas cinematográficas de ópera muy interesantes, por proceder de los teatros más solventes.

El Palau dels Arts de Valencia no ha desarrollado una temporada tan larga como el Real o el Liceo, con lo cual tiene menos posiblidades en ese campo. Sin embargo, ayer también se unió a las retransmisiones de ópera, y proyectó en más de cincuenta ciudades esta función de Tosca de Puccini que ahora comentamos, enmarcada en el interesantísimo Festival del Mediterráneo. En la cita, que ya se está volviendo tradición, ya se han podido contemplar propuestas muy interesantes, empezando por supuesto por el elogiadísimo montaje completo del Anillo wagneriano que le valió al teatro el título de “el Bayreuth del Mediterráneo”. Esta Tosca, desde luego, no alcanzará tan alto nivel, pero está entre lo mejor que se pueda escuchar hoy por hoy en producciones de esta ópera.

En primer lugar, una primera apreciación. Es una pena que esta Tosca haya coincidido con la proyección de un Macbeth verdiano desde el Covent Garden en un cine de la capital navarra. No creo que le haya restado espectadores a la Tosca valenciana, pero no es lo ideal que estas proyecciones se hagan la competencia, en una ciudad que no tiene demasiada tradición operística. La afluencia de público no fue grande, y hubo algunas deserciones al final del primer acto. La práctica ausencia de descanso entre los actos segundo y tercero, (creo que no habría estado de más un descanso un poquito más largo), tuvo sin embargo la virtud de restar tiempo para que hubiese más ausencias entre el público… Por cierto, aquellos que decidieron marcharse antes de tiempo no hicieron bien. Ahora explico por qué.
En segundo lugar, el sonido. El sonido fue bueno, teniendo en cuenta las condiciones. Únicamente se notaba alguna pequeña saturación cuando Dika y de León alcanzaban notas agudas.

La dirección escénica de Jean-Louis Grinda es, al parecer, de cierto estilo wielandiano. Las escenas son sugeridas, y la producción es más bien sobria, lo cual contrasta con las posiblidades tecnológicas del teatro. En la línea moderna, se usa un recurso cinematográfico tan manido como el flashback, puesto que lo primero que se ve, (antes de que la orquesta empiece a sonar), es el suicidio de Tosca que ocurre efectivamente al final de la obra. Explicable, pero en todo caso quita algo de suspense, especialmente para aquéllos que no conocen el argumento. Por lo demás, al menos esta producción no quiere hacernos comulgar con ruedas de molino, y cuenta la obra tal como la conocemos.

Oxana Dika no será la Tosca ideal para aquellos que no olvidan las añejas versiones de la Callas. En la línea de los cantantes modernos, la Tosca de Dika es una mujer de carne y hueso, evidentemente con sus dosis de carácter. En conjunto, una actuación muy convincente, de lo mejor que hoy se pueda escuchar, aunque alguno pueda pedir más matización en algunos pasajes, (el “Visi d’arte”, por ejemplo). Una actuación muy premiada por el público, con toda justicia.

Recuerdo bien la final en la que Jorge de León, Cavaradossi en la función de ayer, ganó el Concurso Julián Gayarre. Fue una final en la que hubo mucha polémica, porque de León debió competir con un tenor canadiense, Cherboneau, que era un tenor ligero que había deslumbrado por su fraseo, (“Je crois entendre encore”, de Los pescadores de perlas de Bizet), y por su facilidad para los agudos, (“À mes amies”, de La hija del regimiento de Donizeti). Siendo como era Cherboneau un tenor de mucha clase y de gran categoría, de León había cantado magníficamente dos de las arias más conocidas de Puccini, con una voz lozana, fresca y a la que yo vi, ya entonces, mucho porvenir. El resto, ya lo sabemos: después de varios años labrándose su carrera poco a poco, realizó una sustitución en el Teatro Real en un Cyrano de Bergerac de Franco Alfano, que le ha valido entrar por derecho propio en todos los grandes teatros.
Las características vocales de Jorge de León siguen siendo las mismas que le hicieron ganar aquella edición del Gayarre. Una voz grande, de tenor lírico-dramático, manejada con inteligencia, y bien preparada para todo este repertorio italiano verista, en donde sigue teniendo mucho futuro. Siempre es difícil entrar con un aria como “Recondita armonía”, y se notó que estaba en ese momento “en plan calentamiento”, pero luego fue metiéndose en la función. Para cuando empezó el dúo con Tosca, ya había empezado a funcionar a la forma habitual; los momentos más heroicos del segundo acto fueron extraordinarios, y el adiós a la vida del tercer acto fue absolutamente modélico. Por una vez, me habría sumado a la petición de un miembro del público, (parece ser que las claques siguen existiendo), que pedía la repetición del aria. Otro gran triunfo a unir a su carrera.

El barítono galés Bryn Terfel es de los mejores Scarpias que hoy se pueden escuchar. Claro, nada que ver con la firmeza, el sadismo y los dobles sentidos de un Giuseppe Taddei, (para mí, el mejor Scarpia de la Historia), pero la visión que ofrece Terfel, monolítica y directa pero sin cargar en exceso las tintas, es también de interés. Quizá estuvo en conjunto un punto por debajo de sus compañeros de reparto, pero también logró grandes ovaciones.

Los personajes “secundarios” fueron bien cantados, incluido el papel del Pastor, criticado por un espectador del Gayarre, (“¡Pero si no entona!”, decía él). Tenía razón, pero el resultado era el que se buscaba. Esa parte del Pastor, cantada por un niño al comienzo del acto tercero, es una canción de amor escrita en dialecto romano, que pretende imitar precisamente una melodía de carácter popular. No es necesaria una afinación precisa, e incluso es deseable que la entonación sea ligeramente desafinada. Un pastor, por muy romano que sea, no cantaría una melodía con la precisión de un cantante de ópera. Por tanto, la actuación del niño fue más que correcta.
Como de costumbre, los coros y la Orquesta de la Comunidad Valenciana tocaron a altísimo nivel. Entre Lorin Maazel y Zubin Mehta han logrado un conjunto de campanillas, a la altura de prácticamente cualquier orquesta de foso en la que podamos pensar.

Queda aún hablar de la dirección de Zubin Mehta, que está prácticamente desconocido. Frente a la pasión del Mehta de los setenta e incluso de la toma televisiva de 1991, la dirección de Mehta es ahora mucho más “madura”. Mehta se ha sosegado, y dirije la obra con una lentitud extrema, a veces incluso exasperante. Esta lentitud da grandes resultados en los tres finales de acto, y en todo el tercer acto en general, pero resta urgencia a las apariciones de Angelotti en el primer acto, que resulta ser el menos beneficiado de los tres. Es un concepto muy difícil de imitar, porque se corre mucho riesgo de perder la tensión dramática, algo que por otra parte a Mehta nunca le ocurrió. En conjunto, no es el mejor Puccini que le he escuchado a Mehta, pero ya les gustaría a muchos directores actuales poder realizar un trabajo semejante.

En resumen, una función de Tosca de gran interés, con momentos excepcionales que abundaron sobre todo conforme nos acercábamos al final de la obra. No creo que sea la mejor Tosca que he escuchado, pero muchos aficionados a la música han perdido una gran oportunidad de disfrutar de esta ópera…, aunque es probable que no tengamos que esperar mucho en Pamplona para la siguiente. Llegado ese momento, ningún amante de la ópera (o en vías de serlo) debería perdérselo.

Esta entrada fue publicada en Críticas DIARIO DE NAVARRA, MÚSICA CLÁSICA en PAMPLONA. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario