Conmover o explicar 14-04-2012

Conmover o explicar

Sábado, 14 de Abril de 2012. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Jutta Böhnert, soprano. Iris Vermillion, mezzosoprano. Herbert Lippert, tenor. Thomas Laske, barítono. Orfeón Pamplonés. Igor Ijurra, director del coro. Orquesta Sinfonía Varsovia. Gerd Albrecht, director. Ludwig van Beethoven: Misa número 2 en Re mayor, Op. 123, (Misa Solemnis), (1823). Concierto inscrito en la temporada de espectáculos de Baluarte Febrero-Junio 2012.

La Octava Sinfonía de Gustav Mahler, más conocida como Sinfonía de los Mil por los inmensos efectivos orquestales y corales necesarios para interpretarla, es la obra más desconcertante del compositor bohemio. El “Veni, Creator Spiritus” que la abre es una secuencia especialmente compleja, que refleja una espiritualidad muy dramática y, en cierto modo, un tanto artificiosa. Es como si Mahler tratara de autoconvencerse de la verdad del texto al que está poniendo música, y el resultado final es un movimiento aparentemente desorganizado.
Con la Misa Solemnis de Beethoven ocurre lo mismo. Es una obra que refleja un drama interior similar al de Mahler en la Octava, y es igualmente experimental y ambiciosa en su concepción. Por lo tanto, el director debe enfrentarse a la misma elección, y plantear una visión coherente de la obra, ya sea más expansiva y explícita en el drama, como hacía Bernstein en su momento, o más sobria y organizada, pero menos inmediata y comunicativa.
Gerd Albrecht es un director muy experimentado, y optó por esta segunda opción. En su lectura, no hubo concesiones a la galería ni efectos fáciles. Fue una versión de tempi razonables, en donde primó la claridad de líneas y el entendimiento del contrapunto. Aunque afloraron los contrastes dramáticos, como la diferencia entre el arranque del Gloria y el “Et in terra pax”, no exageró este aspecto, de manera que todo sonó muy racional, quizá en exceso. Con todo, esta aproximación era quizá la adecuada, teniendo en cuenta que la orquesta, siendo muy digna, tenía también debilidades importantes. En particular, los metales sonaban constantemente destemplados, innobles y faltos de personalidad.
El conjunto de solistas vocales funcionó de manera bastante homogénea, especialmente en las voces femeninas. De entre ellos, sin embargo, flaqueó el tenor Herbert Lippert, habitual en partes mucho más líricas, que mostró un timbre engolado desde su fundamental primera intervención. ¿Quizá está arriesgando demasiado al tomar la responsabilidad de cantar esa parte?
El Orfeón Pamplonés realizó un buen trabajo, considerando la compleja escritura coral de Beethoven, que tiende a tratar a las voces como instrumentos, con la dificultad que eso implica. Como siempre, las cuerdas graves fueron las más consistentes, y las sopranos sufrieron algo más, curiosamente sobre todo en el Kyrie, donde las pirotecnias de agudos apenas habían hecho más que empezar. Una vez situados todos, el Orfeón mantuvo muy bien la intensidad, y llegó con fuerzas más que suficientes al Agnus Dei, algo que en esta obra es muy difícil de lograr.
Por otra parte, el concierto fue dedicado a la memoria de Lorenzo Ondarra, cuyas obras corales han sido especialmente difundidas en los últimos años, entre otros conjuntos por el propio Orfeón Pamplonés. Descanse en paz.
En conjunto, fue una Misa Solemnis de retórica sobria, resuelta con gran dignidad por parte del Orfeón y de forma más desigual por la orquesta. La Solemnis se programa muy poco, porque es muy difícil, sobre todo para el coro, llevarla a buen término. Ésta era una buena ocasión para conocer la que, para algunos, es la obra más redonda de Beethoven.

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